Holbach, un ilustrado para tiempos contemporáneos

Paul Heinrich Dietrich (o Paul-Henri Thiry, en su versión francesa), barón de Holbach, nació en 1723 en Edesheim, Palatinado, región de habla alemana fronteriza con Francia.
Tras la muerte de su madre, su tío Franciscus, quien a finales del XVII había emigrado a París, consiguiendo amasar una gran fortuna y el título de barón, se encargó de su educación. Holbach estudió en la Universidad de Leiden, el centro europeo más avanzado en el estudio de las ciencias de la naturaleza y un foco de pensamiento ilustrado y laico en una Holanda relativamente tolerante. En 1749 volvió a París y se instaló en su gran mansión de la calle Saint-Roch.
Holbach colaboró con casi 400 artículos a la Enciclopédie de Diderot, en particular sobre física y química, a la que apoyó económicamente en momentos difíciles, y convirtió sus comidas y tertulias en el salón de Madame d'Holbach ("la sinagoga") en un gran centro intelectual frecuentado por Diderot, Voltaire, D'Alembert, Rousseau, Buffon y algunos extranjeros de paso por París (David Hume, Benjamin Franklin, Laurence Sterne, etc.). Holbach se convirtió en el gran promotor y difusor de las ideas ateas en la Europa ilustrada.
Entre sus numerosos libros, quizá el más importante es Sistema de la naturaleza, una de las obras fundamentales del movimiento ilustrado y de la cultura europea, que en el momento de su publicación provocó una conmoción como pocas obras filosóficas lo han hecho. Pero también destacan Sistema social, El buen sentido, Etocracia, Ensayo sobre los prejuicios, etc.
Holbach murió en París en 1789, en vísperas de la revolución.

Sobre el hombre, las pasiones, la felicidad, la razón y el gobierno
"El hombre, por naturaleza, no es ni bueno ni malo. Busca la felicidad en cada instante de su vida. Todas sus facultades están empleadas continuamente en conseguir el placer y evitar el dolor. Las pasiones, esenciales para nuestra especie, inherentes a nuestra naturaleza, que caracteriza a todos los seres sensibles, se resuelven todas ellas en deseo de bienestar y temor al dolor. Por ello, estas pasiones son necesarias, por sí mismas no son ni buenas ni malas, ni loables ni vituperables: se convierte en tales por el uso que se haga de ellas. Son útiles y estimables cuando nos procuran nuestra propia felicidad y la de nuestros semejantes; entonces se llama buenos, virtuosos y bienhechores a quienes están movidos por ellas, y se llama razonables a quienes toman los medios convenientes para obtener el fin que se propone. Un hombre es bueno, razonable y virtuoso, no cuando no tiene pasiones, sino cuando estas son útiles para él mismo y para los seres a los que se halla unido."
Holbach: Sistema social, parte I, capítulo 1, pg. 16; traducción de Serafín Senosiáin, editorial Laetoli, Navarra, 2017
"Gobernar, como hemos visto, es reunir en intereses a los miembros de un cuerpo político a fin de hacerles cooperar en el bien público. El déspota los divide, separa sus intereses de los de la patria y solo les permite trabajar en lo que imagina que es útil para su interés particular. El gobierno conserva, defiende, mantiene la asociación. El despotismo la disuelve. Para gobernar hace falta experiencia, cuidados, vigilancia, conocimientos, razón; para tiranizar, solo hace falta fuerza. La autoridad, para ser legítima, debe estar fundada sobre la felicidad pública y el consentimiento de los pueblos; la autoridad despótica está únicamente fundada en la violencia y la miseria pública. El despotismo no puede ser considerado como una forma de gobierno; evidentemente, es la ausencia de todas las formas, la aniquilación de todas las reglas... El despotismo es esencialmente contrario, a la naturaleza del hombre y al objetivo de toda sociedad."
Holbach: Sistema social, parte II, capítulo 13, pg. 222; traducción de Serafín Senosiáin, editorial Laetoli, Navarra, 2017