Hannah Arendt y la vitalidad del pensar

No es posible filosofar sin pensar. Tampoco es posible construir un puente sin pensar, ni fabricar un mueble o crear una obra de arte. El pensar admite múltiples modos. Por eso decía Descartes que pensar es todo aquello que tiene lugar en mi mente: no sólo entender, sino también querer, sentir e incluso imaginar. Así pues, pensar se hace de muchas maneras.
En cambio, no pensar sólo tiene cabida de una manera: actuando como sonámbulos. De ahí que Hannah Arendt definiera el pensamiento como la vigilia absoluta. Quien no piensa se comporta como un sonámbulo y, además, es rotundamente banal.
Nunca conviene perder de vista el adagio kantiano: ¡Atrévete a pensar!
Pensar, según Hannah Arendt (1906-1975)
"Pensar es la única actividad pura que conocemos, pues el pensamiento, que es siempre un relámpago, nunca es resultado auténtico de esta acción, a la manera como los cereales son el resultado de sembrar, segar y trillar […] Así como el pensamiento no tiene ningún objeto y por eso es acción pura, de igual manera el amor no tiene ningún sujeto y es pasión pura". (Hannah Arendt: Diario Filosófico, cuaderno XI, septiembre de 1952; p. 239)

«Actuar y pensar: Heidegger puede opinar que se trata de la identidad de ser (Seyn) y pensamiento, y esto precisamente cuando el pensamiento es entendido como el ser del hombre, en el sentido del ser que proviene del ser (Seyn von Sein). Pensamiento sería entonces el ser liberado en el hombre para la acción. El pensamiento no es aquí especulación, ni contemplación, ni «cogitare». Es más bien la concentración consumada, o aquello a través de lo cual y en lo cual se concentran todas las demás «capacidades», es la vigila absoluta». (Hannah Arendt: Diario Filosófico, cuaderno I, julio de 1950; p. 12)